Los efectos del confinamiento y de los años de restricciones, cierres y limitaciones empiezan a notarse. Y quienes están pagando el precio más alto son nuestros jóvenes en particular. La nueva trampa para los más jóvenes proviene de la herramienta que más utilizamos: el smartphone.
De hecho, en los últimos meses ha saltado la alarma sobre el Gaming Disorder, la adicción a Internet y al juego. Cada vez son más las personas que pasan su tiempo en la red, sobre todo para jugar. Por ello, la OMS, la Organización Mundial de la Salud, ha incluido desde el 1 de enero la ludopatía en la CIE, la Clasificación Internacional de Enfermedades, el manual de clasificación de patologías válido en todo el mundo.
"Esta decisión fue utilizada por China para introducir un límite en el uso de los videojuegos por parte de los menores: tres horas a la semana", explica el profesor Giuseppe Riva, catedrático de Psicología General de la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán, "y se justifica por los nuevos mecanismos que utilizan las empresas de videojuegos para impulsar a los usuarios a utilizar cada vez más sus productos, entre ellos el looting (premio que se ofrece a los jugadores como recompensa o pago que mejora el rendimiento en el videojuego)".
Este problema ya había empezado a surgir hace dos años, en 2020, cuando la Asociación Americana de Psicología analizó los efectos de los videojuegos violentos en los niños, destacando la relación entre éstos y el comportamiento agresivo. Un escenario heterogéneo que ha contribuido a aumentar los casos de acoso escolar o ciberacoso. "El uso persistente y recurrente de Internet para participar en juegos, a menudo con otros jugadores, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo durante un periodo de 12 meses", es como el Istituto Superiore di Sanità ha definido el trastorno por juego en Internet.
Una patología que se puede reconocer en estos síntomas: pensamientos recurrentes sobre el juego, comportamiento de aislamiento si el juego es imposible, necesidad de aumentar el tiempo dedicado al juego para experimentar satisfacción, incapacidad para reducir el uso, pérdida de interés en otras actividades, pérdida de relaciones interpersonales, rendimiento escolar o laboral.
Se necesitan cinco síntomas similares para el diagnóstico, durante un período de 12 meses. Es un problema del que debemos empezar a hablar, para prevenirlo y ofrecer a nuestros hijos herramientas útiles para combatirlo.
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